Fabio Quartararo ha pasado por su segunda operación de síndrome compartimental en tres años. Nos preguntamos muchas veces qué es y por qué lo sufren tantos pilotos. Vamos a conocerlo un poco mejor. 

Escuchamos continuamente casos de pilotos que sufren de un dolor muy intenso en el brazo «el síndrome compartimental», le llaman. Dos palabras que suenan muy pero que muy familiares a todo aquel seguidor del motociclismo. Y es que hablamos del problema más común al que se enfrentan muchos pilotos modernos.

El pasado fin de semana vimos cómo el GP de España de Fabio Quartararo perdía toda opción por luchar por la carrera, pasando de liderar la carrera a caer hasta la decimotercera plaza a pocas vueltas del final. ‘El Diablo’ finalizaba la carrera entre llantos de impotencia y dolor. Y es que la aparición del Síndrome Compartimental es algo difícil de explicar. El francés no tuvo problemas durante todo el fin de semana, y de repente, el domingo a media carrera, volvió el temido problema en el brazo.

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Es la segunda vez en tres años que Quartararo tiene que ser operado de lo que técnicamente se conoce como síndrome compartimental crónico por esfuerzo. Según la Clínica Mayo, se trata de «una afección muscular y nerviosa inducida por el ejercicio que provoca dolor, hinchazón y a veces discapacidad en los músculos afectados de las piernas o los brazos». Cualquiera puede padecerlo, pero es más común en ‘runners’ jóvenes y atletas que participan en actividades que implican un impacto repetitivo». Y en esta categoría entran los pilotos de MotoGP.

Cuando haces ejercicio, los músculos se hacen más voluminosos. En el caso de los pilotos de todas las categorías de MotoGP, los antebrazos se ejercitan mucho a lo largo de una carrera o de una sesión de entrenamiento, pero especialmente en las frenadas. El síndrome compartimental se produce cuando el tejido que recubre el músculo, la fascia, no se expande con el músculo. Esto provoca una fuerte presión y dolor. Por eso Quartararo rodó un par de segundos más lento de lo que podía en la última parte de la carrera en Jerez. El dolor era evidente. Nada pudo hacer Fabio para contener las lágrimas de dolor e impotencia.

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Quartararo no ha sido el único piloto en pasar por el quirófano esta temporada a causa del síndrome compartimental. Jack Miller tuvo que operarse entre los Grandes Premios de Doha y Portugal en la misma semana que Iker Lecuona. «Estaba bastante claro después de las exploraciones que había mucha presión en mi brazo derecho. El martes (después del GP de Doha) me operaron y salí del hospital el miércoles por la mañana», dijo Miller antes del GP de Portugal. Su caída en Portimao le abrió la herida, pero en Jerez no hubo tales problemas.

«No lo sé, sinceramente», explicó Quartararo, confirmando que no tiene ni idea de por qué algunos pilotos sufren dicho problema y otros no. «El 2020 fue perfecto, cero problemas. En 25 vueltas me sentía bien, no tenía ni un pequeño dolor y este año ha sido todo lo contrario. Tenía que frenar con cuatro dedos y normalmente freno con uno. No podía ir a todo gas en la recta. Aparte de la última vuelta para intentar coger esos pocos puntos que quizás puedan ayudar al final de la temporada. Pero no hay explicación. Estoy entrenando igual, me siento aún mejor sobre la moto y… no sé», se lamentó.

De hecho, han sido muchos los pilotos que han afirmado sentir dolores causados por el síndrome compartimental, aunque a menor escala. Así lo han confirmado Joan Mir, Aleix Espargaró o Maverick Viñales, que aunque no han sido intervenidos del problema, creen que surge en «circuitos con frenadas exigentes».

Afortunadamente, la cirugía más agresiva para el síndrome compartimental no ha sido necesaria para pilotos como Miller, Lecuona y Quartararo. Además, todo apunta a que podremos ver a este último en acción sobre la pista en su GP de casa en Le Mans. No obstante, el hecho de que el síndrome compartimental surja sin más, de forma tan repentina, como en el caso de Quartararo, es todo un desastre para los pilotos de MotoGP. Puede estropear una carrera en cuestión de segundos. Es toda una incógnita por qué afecta más a unos que a otros.