La resalida de Alonso tras la bandera roja seguramente se enseñará en las universidades del motorsport.
El fin de semana de Alpine en general ha sido más que discreto, sobre todo de más a menos durante las sesiones, ya que el rendimiento el viernes prometía, o parecía asegurar una Q3 para los franceses, pero conforme avanzaba la cita parecía que el A521 retrocedía en cuanto rendimiento.
La carrera empezó ya mal para la estructura gala, ya que Ocon abandonaba muy temprano por problemas en la unidad de potencia. Eso dejaba a Alonso como punta de lanza y único embajador de la marca en pista. No fue un inicio fácil para el asturiano que, tras ganar una posición en la salida, veía como los problemas de calentamiento relucían conforme perdía ritmo y posiciones.
Alpine decidió tirar los dados estratégicos al revés que sus rivales, parando muy pronto a poner un neumático duro que debería durar hasta el final, algo que envió a Fernando a la cola de la parrilla y algo lejos de los demás. Tras el preceptivo adelantamiento a los Haas, el bicampeón tuvo aire libre pero no pudo contener las acometidas de un Norris cuyo propulsor jugaba en otra liga.
Pese a eso, Alonso mantenía un ritmo estable que le hacía acercarse a los puntos a medida que avanzaba la carrera y sobre todo, que conseguía meter esporádicamente a sus neumáticos duros en la ventana óptima de trabajo. Sin duda un área pendiente de explotar por parte de los de Enstone.
Pero lo mejor llegó tras la bandera roja, momento que todos montaban el neumático blando –usado, pero blando-, algo que igualaba la relación de fuerzas y que dejaba el reparto de puntos y posiciones, al albedrío del más valiente, o suertudo.
En este caso, y tras advertir al equipo que los últimos dos giros serían a cara o cruz, el ovetense realizó una salida de escándalo, ganando la friolera de 4 posiciones en la primera vuelta, dejando un adelantamiento exterior a Tsunoda en el sector central que me evocó a tiempos pasados – y consecuentemente mejores-
La reflexión con la que quiero esta columna es que, un piloto que ha ganado lo incontable, que se ha curtido multidisciplinarmente y que ve, a los 39 años, que regresa a una F1 mucho más exigente de la que se encontró, sigue dando el callo a todos los niveles.
De ahí lo que reza el título, no puede volver quién nunca se fue. Eres grande, Fernando.