Durante esta etapa de confinamiento me ha dado por rememorar las carreras más míticas del motociclismo. Personalmente, me fascinan los años 80, conocidos como la época dorada de este deporte. Carreras frenéticas, sin miedo, con unos pilotos que  vestían cada cita con un espectáculo impresionante. 

La magia de ser piloto es básicamente un repaso a las carreras deportivas de algunos pilotos que han conseguido superar todas las adversidades, que se han levantado y han luchado por aquello que les hacía sentir vivos, por muy caro que fuese el precio que podían llegar a pagar. 

Nuestro primer protagonista es Mick Doohan, uno de los nombres que definen este deporte. Doohan consiguió su primer mundial en 1994 y a partir de ese momento empezó a reinar en la competición. 

Eso sí, llegar a ser el número uno no fue tarea fácil, existieron múltiples obstáculos en su camino que le obligaron a adaptarse y recrearse en numerosas circunstancias. Doohan aterrizó y tuvo el privilegio de compartir tablas con grandes leyendas de este deporte como su compañero de box Gardner. 

Sin embargo, sus peores demonios llegaron de la mano de la dupla norteamericana, Swchantz y Rainey se consagraron como sus auténticos rivales. Los inicios de Doohan no fueron fáciles, él mismo veía que iba un paso por detrás de las vacas sagradas del momento, pero como se suele decir: si no puedes con tu enemigo, únete a él. Y al parecer, eso es lo que hizo, unirse, absorver, aprender y analizar a los mejores.

1992: Rainey, Schwantz y Doohan ©MotoGP

 

En su tercera temporada, Doohan ya estaba en la lucha por el título junto a la Yamaha de Rainey y a la Suzuki de Schwantz. Justo cuando parecía encontrarle el punto a la competición los focos se apagaron para presenciar un escenario que lo cambiaría todo: Assen.

Ahí Mick sufrió un accidente que lo paralizó todo, su vida cambió, su carrera ya no volvería a ser la misma y probablemente, él tampoco siguió siendo el mismo. Una fractura distal con desplazamiento de su tibia derecha hicieron tambalear los cimientos de su carrera deportiva, de hecho en el sector sanitario se barajó la posibilidad de cortarle la pierna al piloto. 

Pero, como en todo, siempre hay una cara y una cruz, un ángel y un demonio y con Doohan no fue distinto. Su salvador, su ángel, fue Claudio Costa, el médico que consiguió salvarle la pierna y con ello no sentenciar una meteórica carrera.

Su vuelta al ruedo no fue fácil, pese a que iba líder en la competición, la respuesta de lo que sucedería se cernía sobre la contienda, el título no sería para él. Al año siguiente, 1993, las cosas  no salían, las secuelas pesaban y las dudas empezaban a aflorar. ¿Conseguiría Mick volver a brillar? 

Por suerte Honda decidió apostar por su piloto, defender la marca diferencial de la casa, hacer resurgir a su hombre de batallas, aquel que nunca se había ido pero que las circunstancias le habían hecho menguar. La escudería diseñó una moto única y exclusiva para Doohan, ésta le permitía poder accionar el freno trasero con el pulgar y no con el pie.

1998: Mick Doohan ©MotoGP

 Ahí fue su nuevo comienzo, su imbatibilidad y la recuperación del Doohan del 92. El piloto devolvió con creces a Honda todo lo que la casa había hecho. En 1994 consiguió su primer mundial y su reinado duraría hasta 1998. Durante todos estos años se disputaron 71 carreras de las quales  Doohan se llevó 44.

Sin duda, Doohan demostró estar hecho de una pasta única. Su constancia, su pasión, su tenacidad y su potencial lo llevaron a desechar todo aquello que podía haberlo retirado. Consiguió darle la vuelta a todo, esperar y brillar. No hubieron prisas pero tampoco pausas, él sabía dónde quería llegar. Ya lo suelen decir, la gente que corre mucho y va deprisa es porque no sabe dónde va, el que tiene claro su fin va despacio, para saborear el ir llegando.