Ayer vimos lo que fue, seguramente,  una de las mejores carreras en la trayectoria de Fernando Alonso – que ya es decir-

Corren tiempos difíciles en la F1, la desigualdad lleva años instaurada en una parrilla que ve como, a lo sumo, un binomio de escuderías se reparten el pastel mientras los demás esperan al caos. Un caos que ayer llegó en forma de lluvia y desastre, cambiando el guión previsto de la película en poco más de una curva.

Ayer vimos la primera victoria de Ocon en F1, que seguramente estaba en las apuestas similar a que el Alavés se alce con la Liga Santander, pero es de esos milagros que ocurren y no sabes realmente por qué… aunque, en este caso, dejando de lado la impecable conducción de Esteban, conduciendo como si ganar fuese para él el pan de cada día; había un componente más, y fue la férrea defensa que hizo Fernando Alonso ante Lewis Hamilton, y además en Hungría, sin duda de guión cinematográfico.

La defensa estoica del asturiano, evocando situaciones heroicas de la historia universal, en la que un pequeño bastión permitieron la salvación, huida o victoria de pueblos enteros, nos recordó a la F1 de hace 15 años, antes de que este deporte se uniera a la vorágine híbrida y se convirtiera en una carrera armamentística por ver quién hace el motor tecnológicamente más avanzado (causa muy loable, pero que no ha hecho más que ir contra el espectáculo).

Una defensa, la de Alonso, que, fue dentro del reglamento pero espectacular, recordando a aquella pelea con el mítico Káiser, allá por 2005 y en Imola. 16 años después, el bicampeón del mundo, con el mismo coche – ahora bautizado Alpine- y también contra un siete veces campeón del mundo, consiguió desquiciar a un Hamilton que no entendía como no conseguía rematar el adelantamiento con ruedas nuevas y con un coche mecánicamente 2 segundos superior a los demás.

Lo que está claro es que, quitando al bueno de Kimi, que siempre tendrá los respetos, Alonso es el último vestigio de una generación de F1 y de pilotos, con un talento fuera de lo racional y sobre todo, con un respeto impoluto por sus rivales en pista.

Gracias y siempre gracias, Fernando.