Las W Series, pensadas para favorecer la situación de la mujer dentro de la automovilismo, han creado un debate sobre sí es la mejor opción para luchar contra las desigualdades de género
Desde que supe de la llegada de las W Series al calendario de 2019, he pensado a menudo si el propósito de esta categoría nos hace un favor a las mujeres o si, por lo contrario, alimenta la idea que tenemos que competir en categorías diferenciadas porque no somos suficientes para las categorías elitistas, históricamente dominadas por hombres.
Yo misma, fan del motociclismo desde pequeña, nunca me he preguntado porqué no existe una categoría femenina en el mundo de las dos ruedas, pero si me he preguntado por qué mujeres con tanto talento como Ana Carrasco o María Herrera, no compiten en categorías elitistas como MotoGP. Lo mismo puedo trasladar al mundo del automovilismo.
Las W Series son una arma de doble filo. Lo que pretende ser una solución se convierte en el problema. Me niego a pensar que pilotos con tanto talento como Nerea Martí, Marta García o Belén García – barriendo hacia casa – estén luchando entre ellas, pudiendo pasarle la mano por la cara a pilotos de la categoría masculina equivalente a la suya, la Fórmula 3. Me perdonaréis, pero mis ideales feministas no conceden el hecho que se cree una categoría expresamente pensada para pilotos de género femenino.
Entiendo que el principal propósito de la categoría sea apoyar de forma económica a estas pilotos, puesto que es cierto que gran parte del problema viene dado de los patrocinadores. El género masculino es de costumbre la imagen de sus marcas, simplemente por que el público está acostumbrado a ver a hombres. La idea del campeonato es buena. Pero continúo creyendo que la solución tendría que ser hacerlas competir en igualdad de condiciones: con pilotos de su diferente sexo.
Muchos comparan las W Series con el fútbol. Que si en el fútbol hay liga femenina, que si funciona a la perfección, que si hay mucho nivel, bla, bla, bla. Sí. En deportes como el fútbol, un formato independiente de hombres y otro de mujeres puede funcionar. Pero no creo que sea el caso de las disciplinas pertenecientes al mundo del motor, donde la diferencia la marcan muchos componentes independientes del físico, como el talento, la astutez y la potencia de la máquina que se pilota. Es, por lo tanto, una disciplina del deporte perfectamente diseñada para competir en categorías mixtas.
La categoría, creada con la mejor de las intenciones, tendría que dar frutos pronto. De lo contrario, nos dará la razón a todos quienes pensamos que haberla creado no contribuirá al fomentar la igualdad de las pilotos hacia sus compañeros hombres.