Daniel Abt ha sido despedido del equipo Audi de Formula E por pagar a un ‘SimRacer’ profesional para que disputase por él la última carrera del campeonato virtual de Formula E. La decisión, que puede haber acabado con la carrera del alemán en la categoría, ha generado multitud de opiniones, y hay muchas cuestiones a tener en cuenta a la hora de valorar los acontecimientos.

La acción de Abt, injustificable

Antes de entrar en la decisión tomada por Audi, sus consecuencias y entrar a valorar si es un castigo desmedido o razonable, cabe dejar claro que Daniel Abt hizo trampa. El evento estaba destinado a los 24 pilotos que forman la parrilla, y todos estaban cumpliendo. Algunos, como Brendon Hartley, estaban allí pese a correr de madrugada en Nueva Zelanda, donde nació y reside el piloto de Dragon.

Los resultados en las carreras virtuales, a menudo, no se asemejaron a la realidad. Los dos Techeetah (Jean-Éric Vergne y Antonio Félix Da Costa), por ejemplo, han estado completamente desaparecidos pese a que son el vigente campeón y el actual líder de la temporada real. Abt era uno de esos pilotos que no estaban destacando, sin embargo, fue el único que hizo trampas.

La competición virtual no tiene ningún valor real más allá del orgullo de ganarla. ¿Qué puede impulsar, por tanto, a un piloto a que corran por él para ganar? Cualquier justificación que haya dado Abt es inútil. Fue un acto absurdo y las consecuencias se las ha buscado él y nadie más.

La excusa perfecta y la doble moral

Teniendo en cuenta lo anterior, hay que considerar la medida adoptada por Audi. Es un movimiento, a priori, lógico y razonable. La trampa de Abt ha dañado la imagen de la marca, que está en su derecho de tomar las medidas necesarias ante un acto así. Tanto si se entiende la carrera virtual como un evento publicitario o como una carrera, es impensable que un piloto fuese capaz de hacer eso en cualquier acto organizado por su equipo.

‘Es solo un juego’. Este mantra se ha repetido siempre que ha habido una polémica en estas carreras virtuales. Ferrucci se lo dijo a Askew tras chocar intencionadamente contra él en los últimos instantes de una carrera. Sí, es un juego; sí, es normal que los pilotos no se lo tomen seriamente, como harían con una carrera real.

Sin embargo, es mucho más que un juego cuando los pilotos están representando a sus equipos y patrocinadores. Nadie está exigiendo a los pilotos que ganen, solo se les pide que dediquen una hora semanal a entretener a los fans y a apoyar una causa benéfica. Lo competitivo que decida ser un piloto depende únicamente de él, pero estas carreras son, al fin y al cabo, un sacrificio pequeño teniendo en cuenta las obligaciones contractuales que afrontan los pilotos.

Audi, no obstante, está lejos de ser un ejemplo de buen hacer. Casos como el push him out en el DTM en 2015, las infracciones técnicas que les han costado victorias en la Formula E o, por encima de todo, el dieselgate son parte de la historia de una marca que no atraviesa su mejor momento. La marca de los cuatro círculos se ha encontrado con una situación ideal para manifestar su compromiso con la competición y el juego limpio, al mismo tiempo que ha prescindido de un piloto cuyos resultados estaban por debajo de lo exigido. Probablemente Abt no hubiera estado en el equipo la próxima temporada, pero ahora no será necesario evidenciar su falta de resultados a la hora de ‘despedirle’.

El SimRacing, para los SimRacers

Las reacciones al despido de Abt han generado reacciones negativas, especialmente entre algunos de sus compañeros en la parrilla de la Formula E. Da Costa o Calado manifestaron en sus redes sociales que no volverían a competir en las carreras virtuales. Se ha cumplido algo que se empezó a ver venir tras el incidente de Kyle Larson: los pilotos no van a querer competir, no les vale la pena el riesgo.

¿Tiene la culpa el SimRacing? En absoluto, los eSports son una disciplina muy profesional, con grandes pilotos y competiciones de prestigio. A pesar del realismo de algunos simuladores, el SimRacing es una disciplina diferente al automovilismo, y los pilotos reales han demostrado, en más de una ocasión, no estar a la altura.

El problema, por tanto, no es el SimRacing, sino el nivel de implicación de los campeonatos. Del mismo modo que no se organizaría un campeonato real para SimRacers, un campeonato virtual para pilotos reales ha resultado ser un error. El nivel de seriedad y la cobertura mediática recibida han convertido unas carreras que deberían haber sido un pasatiempo casual para pilotos y aficionados en un entorno donde la polémica se ha impuesto en exceso.

La falta de carreras reales ha provocado que cualquier suceso fuera de lo normal que se haya dado en estas carreras virtuales haya sido magnificado, que haya tenido una relevancia que en otro contexto no hubiera tenido. Viendo todas las consecuencias, cuesta imaginar que esta presencia masiva de pilotos en los eSports se repita próximamente.