La Fórmula 1 se ve con frecuencia como un entorno alejado del mundo terrenal. Allí todo es vanguardia, innovación y tecnología, creando un marco de trabajo y competición casi perfecto. Sin embargo, lejos de esta idea, la Fórmula 1 está estrechamente vinculada con nuestra vida cotidiana.

Desde hace años, numerosas marcas de renombre han descubierto en este campeonato algo más que un deporte o una competición. Lo mejor de la categoría es que se trata de uno de los bancos de pruebas más intensos y extremos para la innovación técnica. De ahí que todos quieran estar involucrados, para probar y testar la eficiencia y la fiabilidad de estas tecnologías antes de que lleguen al mundo real. Se le conoce, por todo esto, como el laboratorio más rápido del mundo.

Además, estar presente en Fórmula 1 conlleva ser más rápido que los rivales, no solo en la pista, sino también en la fábrica, lo que favorece a la constante investigación y el desarrollo.

En conexión permanente.

Esta carrera en I+D aporta enormes conocimientos que las empresas aplican a sus productos para venderlos en el mercado internacional. Un caso concreto es el de Mercedes, cuyos ingenieros que diseñan los trenes motrices de alto rendimiento Mercedes-AMG en Brixworth trabajan en estrecha colaboración con sus homólogos en Alemania para llevar la tecnología de la F1 a la carretera.

El aprendizaje extraído de las unidades de potencia de F1 en los últimos años han permitido a la marca alemana poner en carretera diferentes modelos de híbridos enchufables. Además, planean lanzar al mercado automóviles de alto rendimiento con turbocompresor de gas de escape eléctrico.

Para ello se utilizará el conocimiento y la tecnología del sistema ERS de un Fórmula 1 y del MGU-H, que convierte la energía de los gases de escape en energía eléctrica. Se trata de un sistema que mejora la respuesta inmediata desde el ralentí y elimina el retraso del turbo.

No solo se aplica la tecnología de la F1 en automóviles, también la encontramos en los autobuses de la marca, que utilizan la energía de los frenos para producir energía eléctrica y contaminar menos.

La vertiginosa progresión en Fórmula 1.

Las baterías son el ejemplo más evidente de la rápida evolución en Fórmula 1. Lo que hoy es útil e innovador mañana quedará anticuado, obsoleto. Estas empezaron a desarrollarse en 2007, cuando pesaban 107 kg y tenían una eficiencia del 39%. Desde su introducción en 2009 se ha conseguido reducir su peso hasta los 20 kg, alcanzando un 96% de eficiencia.

En definitiva, aunque gran parte de la tecnología utilizada en F1 no se puede transferir directamente a la calle, se puede aprender de ella y extraer conceptos e ideas que acaban siendo fundamentales en el diseño de automóviles. Todas las grandes marcas lo saben y quieren participar en este gigante laboratorio sobre ruedas.