En los últimos años la mujer ha conseguido dar un paso hacia adelante en el mundo del motorsport, no obstante, la realidad es que para ellas llegar a competir en la élite resulta más difícil de lo que podría llegar a ser para un hombre.

No es ninguna novedad que la mujer aún no ha conseguido igualdad de condiciones respecto al hombre en muchos aspectos. El deporte en sí siempre ha parecido estar enfocado a los hombres, y hasta hace relativamente poco tiempo era muy extraño ver a una mujer competiendo en las categorías más elitistas del deporte, y no por falta de talento, sino de oportunidades. Por desgracia, el motor no es una excepción.

Por primera vez en mucho tiempo parece que las cosas están por cambiar (y menos mal). En 2018, Ana Carrasco se proclamó Campeona del Mundo de Supersport 300, siendo la primera mujer en ganar un título en motociclismo. Una temporada más tarde, el automovilismo dio un paso hacia adelante para dar apoyo y oportunidades a mujeres piloto creando las W Series, una categoría creada para promocionar la participación femenina en el mundo del motor.

Mujeres pioneras

Es cierto que ahora más que nunca la mujer empieza a tomar las riendas de este mundo de semáforos, banderas a cuadros y mucho gas. No obstante, hace tiempo que las primeras pilotos tomaron los circuitos para hacer ver al mundo que las mujeres tenemos mucho que aportar al deporte.

En el año 1958, Maria Teresa de Filippis fue la primera mujer en subirse a un fórmula 1. Ella fue la pionera en esta categoría, la primera en subirse a un monoplaza del Gran Circo y pilotarlo en pista, al acecho de sus rivales hombres. Pero la realidad es que la primera mujer en desafiar el reinado del hombre en el asfalto fue Desiré Wilson, en 1980. Al volante del Wolf WR4, Wilson sorprendió a todos los presentes llevándose la segunda carrera de la temporada del British Formula One Series. Sin duda alguna fue una pionera, y logró convertirse en la primera mujer en ganar pilotando un monoplaza.

Maria Teresa de Filippis, primera mujer en la F1
Maria Teresa de Filippis, primera mujer en la F1 // Copyright: FIA

En 1982, Michèle Mouton encarnó la figura de mujer que rompió los esquemas en las pruebas de Rally. Mouton fue la primera en ganar uno, demostrando que la dureza, resistencia física y la fuerza mental al volante no entienden de género. Mouton se llevó la victoria del Rally de San Remo, marcando un antes y un después en la historia de la competición. Pero su hazaña fue más allá y finalizó la temporada como subcampeona del mundo. Hoy, la francesa es presidenta de la Comisión de Mujer y Deporte de la FIA.

Mucho trabajo por delante

Actualmente hay más mujeres que nunca en el mundo del motor, pero la triste realidad es que no es nada fácil para ellas mantenerse en la competición. Ana Carrasco estuvo tres temporadas compitiendo en el Mundial de Motociclismo, en la categoría de Moto3. Tenía talento, pero no fue suficiente. Le faltó apoyo, patrocinio y una moto competitiva. Eso nos lleva a pensar, ¿Cuál hubiera sido el futuro de Carrasco en el mundial de haber nacido hombre?

En 2017 emprendió el camino hacia la categoría de Motorsport 300, donde pudo volver a sentirse competitiva, con apoyo suficiente para poder ganar. Y lo consiguió. En 2018 fue campeona, demostrando a todos los que no confiaron en ella en otras categorías que una mujer puede ser igual de competitiva que un hombre.

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Todo esto nos hace plantearnos si de verdad el mundo del motor está empezando a ser justo con el género femenino. Se están haciendo grandes progresos, creando categorías como las W Series, donde compiten chicas como Marta García, Belén García y Nerea Martí, todas con un talento innegable. Todas ellas podrían llegar a la élite del motorsport en categorías como la F1, pero a la hora de la verdad, ¿le darían uno de los veinte asientos de la F1 a una mujer? Puede que sí, pero ¿podrían mantener la fe en ella si las cosas no acaban de salir del todo bien? Permitidme que dude. 

Marta García, piloto de las W-Series // Copyright: W-Series

Ojalá me equivoque. Tengo fe en ellas, son talentosas, fuertes y merecen la igualdad. En quien no tengo tanta fe es en los equipos, patrocinadores, direcciones de las competiciones y todos aquellos capaces de influir en el cambio. ¿De qué sirve el talento si a ojos de quienes pueden ayudarte debes demostrar el doble de lo que demuestra un hombre? Aún hay mucho trabajo por delante. Ellas valen todo este trabajo.