El último fin de semana de una temporada tan histórica como aciaga nos dejó al campeón de siempre en el IndyCar. Scott Dixon se hizo con su sexto campeonato en la disciplina norteamericana por excelencia en cuanto a monoplazas. Nadie hace sombra a un neozelandés afincado en Estados Unidos desde hace 20 años, y que desde 2003 tiene por costumbre ser uno de los favoritos en la categoría.
La costera ciudad de St. Petersburg fue testigo del último baile de la IndyCar, con un guion movido desde el inicio. Varias banderas amarillas, lluvia, errores y una victoria de Josef Newgarden que no fue suficiente para arrebatarle el título a un Dixon que, como de costumbre, corrió con una mano en el volante y otra en la calculadora. El de Ganassi midió los riesgos de una carrera alocada y logró firmar un tercer puesto que le garantizaba el título.
Con 40 años lo normal sería pensar en la retirada, pero parece que Dixon tiene cuerda para rato. No es raro además encontrar pilotos longevos en IndyCar. Takuma Sato es un ejemplo, y es que con sus 43 años, el japonés sigue dando guerra, sin ir más lejos habiendo ganado este año la Indy500. Mario Andretti es, por antonomasia, el mayor ejemplo de los niveles de veteranía que pueden alcanzar los pilotos al otro lado del charco.
Ya por 2018, cuando Dixon ganaba su quinto entorchado en Sonoma, ya se antojaba como un reto poder alcanzar los números de AJ Foyt, el más grande de los monoplazas americanos con nada menos que siete títulos en su haber. De cara a 2021 el pronóstico no es diferente. Empatar en campeonatos a Foyt se hará más difícil con el crecimiento de jóvenes pilotos como Colton Herta, tercero en el campeonato éste año, o Pato O’Ward, cuarto a la postre. A buen seguro que el patrón de la competición, Roger Penske, volverá también con más fuerza el próximo año, y está por ver el impacto del desembarco de Jimmy Johnson en IndyCar.
Estos días resuena la eterna cuestión entorno a Dixon, y su falta de oportunidades para dar el salto a la Fórmula 1. El kiwi llegó a rodar con el equipo BMW Williams, pero en una entrevista condecida en 2018 a nextgen-auto.com, Dixon aseguraba que no veía claro el salto a Europa por la competencia, y por el potencial riesgo a ver su carrera terminada de forma prematura. Patrick Head se decantó por otras opciones, y la costumbre de Frank Williams de reclutar talento procedente de América acabó reducida a Villeneuve y Montoya.
No es posible imaginar cuan diferente hubiese sido la vida de Scott Dixon si hubiera contado con una oportunidad en Williams. Lo que sí parece cierto es que estamos ante uno de los mejores pilotos de monoplazas que no ha competido nunca en Fórmula 1, y eso es un gran demérito de la máxima categoría mundial. La relación de la F1 con América siempre ha sido especial y difícil, y quien sabe, si con los actuales gestores, en un futuro podremos ver mayor intercambio de talento entre ambas categorías.