Andrea Iannone se ha visto abocado a la retirada por intentar defender su inocencia. El TAS ha elevado su suspensión de 18 meses a 4 años, demostrando que su postura es férrea contra el dopaje. El italiano no ha podido demostrar su inocencia, y prevalece el criterio de culpabilidad para las autoridades.
Reconozco desde el principio de este artículo haber tenido que realizar un proceso de investigación exhaustivo sobre el caso de Andrea Iannone. Por falta de tiempo, allá por 2018 dejé de prestar tanto tiempo como me gustaría al motociclismo, a pesar de que fue mi primera gran afición dentro del mundo de las carreras. Vi el título de Alzamora, y también los debuts de Jorge Lorenzo y Dani Pedrosa. Solo por esto, probablemente, ya sea el más viejo del lugar.
El asunto de Andrea Iannone, irremediablemente, me ha recordado al Caso Contador. Uno ve las resoluciones adoptadas por la Agencia Mundial Antidopaje, y de forma inevitable regresa a septiembre de 2010. Es cierto que, en términos de dopaje, poco tiene que ver el mocociclismo y el ciclismo, pero aunque parezca extraño, el férreo criterio de la AMA ha establecido una misma vara de medir, durísima, para ambos mundos.
Andrea Iannone, desde el principio, decidió pelear por su inocencia. Podía haber aceptado
la sanción inicial de 18 meses, pero en su recurso ante el TAS ha acabado recibiendo una suspensión por cuatro años. En Aprilia han quedado boquiabiertos, e incluso su compañero Aleix Espargaró, ha afirmado que le parece desproporcionado. Más si cabe teniendo en cuenta que, en primera instancia, un Tribunal había tomado como plausible la contaminación alimentaria, hecho que justificaba la rebaja de la pena inicial.
El mundo del ciclismo es el que más ha sufrido en este aspecto. Para los que nacimos a principios de los noventa, el nombre de Lance Armstrong es sinónimo de éxito, de ídolo. O más bien lo era. Cada verano veíamos a ese americano conquistar Francia, con una superioridad insultante, hasta con un gesto de sobrado. En tu inocencia infantil o adolescente poco podrías sospechar. Pero aquel boom del tejano coincidió con una persecución sin precedentes por parte de la UCI hacia esta execrable práctica. El resultado: siete Tours desiertos, sin campeón.
La continua cuestión sobre la limpieza del deporte, y la eterna sospecha sobre los atletas, ha hecho tomar a las competiciones el camino de lo estricto. Desde el Tour a Roland Garros, pasando por Segunda División, o un Mundial. El precio pagado en credibilidad ha sido tan alto, que a nadie en un tribunal le tiembla el pulso si tiene que cercenar la carrera de un deportista por un descuido alimentario. Le pasó a Contador, y le ha pasado a Andrea Iannone.
Todos sabemos con qué reglas jugamos, y en qué mundo vivimos. Cuando aparecen en tu casa, a deshoras, para hacerte un control sospecha, sabes que la lupa está puesta sobre todos, en todo momento. Eso debe generar un ejercicio de responsabilidad en el deportista, que ha de vigilar hasta donde compra el atún, o de que procedencia es la ternera. Desde lo más elemental, hasta los batidos o complementos vitamínicos.
A Andrea Iannone un posible descuido le ha podido costar la carrera. En nada quedan trece victorias, como en nada quedaron siete Tours. El mensaje es claro: al TAS no le tiembla el pulso. Nadie quiere volver a correr el riesgo de una nueva época oscurantista en el mundo del deporte. Su imagen no se lo puede volver a permitir. Y además, deja un mensaje claro, conciso y contundente para el futuro: no hay excusas.