Hoy se cumple el 38 aniversario de la trágica muerte de uno de los iconos de la Fórmula 1, Gilles Villeneuve. En el caso del canadiense, se da que a su vez es uno de esos llamados “campeones sin corona”.
Un piloto que, a pesar de no ganar nunca un mundial, por palmares, pilotaje, carreras memorables y carácter dentro y fuera de la pista, pasó a formar parte de los más grandes pilotos de este deporte. Y por supuesto, se ganó un hueco bien grande en el corazón de todos los aficionados a la Fórmula 1, y más concretamente, en el de los ferraristas.
El orgullo y carácter ganador de Gilles era tan grande que muchos, atribuyen su muerte a un exceso de ímpetu por quedar por encima de su compañero Didier Pironi en parrilla de salida tras la mítica jugarreta del francés semanas antes en Imola. En el trazado italiano y, a una vuelta del final cuando ya todo estaba decidido y acordado para el 1-2 de los Ferrari, Pironi le arrebató la posición de líder a Villeneuve. Nunca nadie sabrá si semanas después en Zolder, Villeneuve iba con un extra de ganas de “vendetta” contra Pironi por lo acaecido en Imola y ello contribuyó al accidente o no.
El caso es, que, en la sesión de clasificación, el canadiense, venía en vuelta rápida cuando al intentar adelantar a Jochen Mass, quien le quiso abrir paso, colisionó contra él. La mala suerte hizo que no se entendieran y ambos intentaran pasar por el mismo sitio. El impacto con el monoplaza de Mass a unos 220 km/h resultó fatal y el Ferrari de Villeneuve salió volando aterrizando unos metros más adelante. El propio Gilles salió despedido del monoplaza al romperse los tornillos del cinturón de seguridad y acabó contra el cercado y sin casco. Así y todo, el canadiense aún se mantenía con vida, pero la perdería poco después en el hospital, ya que los daños eran irreversibles y Villeneuve apenas se mantenía unido a la vida artificialmente.
Los números de Gilles Villeneuve fueron: 6 victorias, 13 podios, 2 poles y 8 vueltas rápidas. Números quizá, no demasiado destacados para un piloto tan bueno como él era, pero que le valieron para ser leyenda. Porque más que por sus números, Villeneuve hizo historia y se ganó al aficionado y, al propio Enzo Ferrari, por su carácter, su corazón en pista, esa idea de competir hasta el final, a veces incluso, con el coche muy tocado tras una colisión o salida de pista. Las carreras de Gilles no dejaban indiferente a nadie, y ese corazón acelerado que ponía en cada carrera, se convirtió en un latido perpetuo en la historia de la Fórmula 1.