Hablar de Ayrton Senna, es hacerlo de todo un emblema de la propia Fórmula 1. Con toda probabilidad, Senna es en pilotos a la Fórmula 1 lo que Ferrari significa en constructores. Su pilotaje, títulos, rivalidades, espíritu competitivo, su aura casi mística, carreras legendarias, sus logros durante su estancia en la Fórmula 1, algunos antes incluso de llegar a un equipo grande… hacen de Ayrton Senna, quizá, el piloto más legendario de la categoría, y quizá el mejor. De hecho, incluso, su trágica muerte añade un extra de leyenda.
El paulista nació para ganar y, como el mismo citaba, “el segundo, es el primero de los perdedores”. Ayrton dejó muestras de ello en la Fórmula 1 desde sus primeros compases en la categoría reina. Iniciándose con Toleman, un monoplaza de la zona baja de la tabla pero que con el que consiguió 13 puntos en una época en la que sólo puntuaban los seis primeros. Incluyendo tres podios, uno de ellos en la mítica carrera de Mónaco ´84. Estos resultados eran toda una muestra de que el piloto que había llegado iba a ser uno de los grandes de la historia de la categoría.
Aquella época, a su vez, no estaba precisamente carente de grandes pilotos, pues en aquellos finales de los 80 en la parrilla se encontraban algunos de los mejores pilotos que ha habido en la Fórmula 1 como Niki Lauda, Nelson Piquet o Alain Prost.
Su salto a la zona media se produjo apenas un año después de debutar, dado los excepcionales resultados en Toleman. La emblemática Lotus fue la escudería en la que recaló, un equipo grande pero que en aquellos finales de los 80 se encontraba en la zona media de la parrilla. Pero era el sitio adecuado para seguir demostrando su calidad, creciendo y conseguir podios con la regularidad y alguna victoria.
Los resultados se multiplicaban, las manos de Ayrton eran las de un futuro campeón del mundo, es más, las de alguien que estaba llamado a hacer historia. Llegaron las poles, la primera ansiada victoria… Cómo no, en el escenario más complicado, con la lluvia, ese líquido elemento que muchas veces distingue a los buenos pilotos de los super clase. Estoril ´85 sería el Gran Premio en el que Senna se subiría a lo más alto del podio.
Ayrton se siguió haciendo más grande en Lotus, engordó palmarés, dio lecciones de pilotaje, de talento descomunal… Ya era todo un dolor de cabeza para Piquet, Prost o Nigel Mansell. De paso reverdeció los laureles de Lotus. A los mandos del mismo, cosecharía 6 victorias, 22 podios y 16 poles.
El siguiente paso era obligado, uno de los grandes, McLaren. Ron Dennis se hizo con los servicios del paulista y aunó a la mejor pareja de pilotos de la historia de la categoría, Prost-Senna, con una McLaren que haría historia. Con ello también, se encendió definitivamente la chispa de una rivalidad enconada entre Prost y Senna por demostrar ser el mejor. Alain Prost era bicampeón del mundo. Senna por su parte, llegaba ya con hambre de ser campeón del mundo y, ver que su compañero y por tanto máximo rival, hacía que su hambre se multiplicara.
Pese a Prost, a la primera fue la vencida, y es que así de grande era Ayrton Senna. En su primer año al volante del McLaren, le quitó la corona. Llegó su primer título de campeón del mundo de Fórmula 1. Aquel año la lucha iba a tal punto, y la calidad de ambos pilotos y su máquina era tan grande que entre ellos se repartieron las victorias de todas las carreras. Excepto la carrera de Italia.
Los duelos en pista, roces dialécticos y recelo en cuanto a compartir datos entre ellos era gasolina en el fuego de la rivalidad de los pilotos de McLaren. Fuego que hizo que todo finalmente saltara por los aires en la famosa carrera de Suzuka ´89 con el toque entre Senna y Prost cuando se jugaban el mundial. Más, con la discutida decisión posterior de la descalificación del brasileño que propiciaría, el título por parte de Prost.
Pero Ayrton se cobraría su venganza particular al año siguiente, en el mismo circuito, y de paso, rubricaría un nuevo título de Campeón del Mundo. Poles, podios y victorias no paraban de llegar y en 1991 Nigel Mansell tampoco fue capaz de batirle. Por lo que el brasileño, firmaría su tercer mundial. Por números, títulos y pilotaje, ya había entrado por derecho propio entre los más grandes de la historia de este deporte.
En 1992 la cosa se complicaría sobremanera debido a los cambios tecnológicos que llegaban a la Fórmula 1. Williams fue pionera y máximo exponente de estos cambios y ni siquiera el mejor piloto podía competir con ello. Mansell ganaría el mundial por la mano mientras Senna se desesperaba debido a la diferencia de rendimiento abismal entre coches. Así y todo, logró “rascar” algunas victorias.
Su archienemigo Alain Prost regresaría en el 1993 para heredar el codiciado Williams. Maquina perfecta para que el francés lograra su tetracampeonato y Senna se desquiciase con una McLaren bastante menos competitiva aún, puesto que perdió el propulsor Honda en favor del motor Ford que resultó poco efectivo. Desde Williams, no quisieron volver a juntar en un equipo a Senna y Prost, visto los problemas entre ellos. A ojos de Ayrton, que Prost recalara en Williams con Damon Hill de compañero, era como una nueva victoria del francés. Pero la calidad de Senna era tan infinita como su competitividad y consiguió cinco victorias a pesar de no ser suficientes para pelear el mundial.
El final de aquella temporada quedará marcado por la foto del podio en Australia, con Senna y Prost sellando por fin la paz. Senna aterrizó en Williams en 1994 buscando su cuarto mundial, de nuevo monoplaza ideal, o eso parecía, puesto que la FIA prohibió las suspensiones activas y muchos de los adelantos electrónicos con los que el equipo de Grove se había llevado de calle dos mundiales consecutivos. Estos cambios y el rediseño del monoplaza hicieron que la nueva creación fuera peor de lo esperado, y desde el principio un monoplaza muy “nervioso”. La temporada empezó fatal y, cuando llegó el trágico fin de semana de Imola, los puntos de Senna en el casillero eran cero.
El último capitulo de Senna, se escribiría aquel domingo 1 de mayo de 1994 una carrera que, tristemente pasaría a la historia y a la que ya nos hemos referido en nuestra web.
Personalmente, sólo pude disfrutar en directo a Ayrton Senna un par de años, yo contaba apenas 8 años cuando murió. Pero en aquellas dos temporadas ya me encandiló su pilotaje y los logros que ya atesoraba. Él fue el culpable en mayor medida de que desde pequeño creciera mi pasión por este deporte. Recuerdo perfectamente en mi memoria algunas de sus carreras y, por supuesto, la maldita de Imola. Mi admiración por él sólo ha crecido con los años cuando he podido ver carreras de temporadas anteriores a aquellas y, por supuesto es, el piloto que me hizo soñar.