Hace apenas unos días se cumplió el sesenta aniversario de Ayrton Senna y, aprovechando este baúl de los recuerdos de carreras históricas, rescatamos la carrera en que, desgraciadamente le perdimos. Esta carrera, siempre estará en la memoria de todos los que amamos este deporte. Pero no precisamente por haber sido una carrera preciosa, de las de luchas interminables, o de esas que decidieron campeonatos, para nada. Sólo pasará a la historia por que, en ella, se perdió a uno de los más grandes de la Fórmula 1, y, para muchos, el más grande de la misma.
La jornada de aquel domingo 1 de mayo de 1994 ya llegaba desgarradora y enlutada. En la jornada de clasificación del sábado, había fallecido Roland Ratzemberger, piloto austriaco de la modesta escudería Simtek. La tristeza sobrevolaba el paddock y nadie podía estar pensando en la carrera con una muerte el día anterior. No eran pocos los que valoraban si esa carrera debía o no disputarse.
Cuenta la gente cercana a Senna, que el propio Ayrton se encontraba inquieto, nervioso, algo fuera de lo normal en aquellas horas anteriores a disputar la carrera.
Ayrton Senna partiría desde la pole, su 65ª pole, y última. No podía partir desde otro lugar el rey de las mismas hasta que Michael Schumacher le desbancara de ese récord años después. Precisamente el alemán partía junto a él en la segunda plaza. Ayrton, afrontaba la cita de Imola con ganas de darle la vuelta a la mala situación que nadie esperaba en esa tercera prueba del mundial. Senna, el tricampeón del mundo y considerado por muchos, mejor piloto de todos los tiempos, llegaba a esa tercera carrera con cero puntos en su casillero, y pilotando un Williams que había liderado de manera insultante las dos últimas temporadas.
Pero la prohibición por parte de la FIA de la famosa suspensión activa ideada por Williams había hecho mucho daño a esa supremacía tecnológica que tenían los de Grove. Además de perder esta tecnología, el diseño del monoplaza no había sido todo lo bueno que se esperaba e incluso el propio Ayrton Senna se tenía que “pelear” con el monoplaza.
Así pues, era el día de revertir la situación y, de paso, homenajear a Ratzemberger, fallecido el día antes. Esto era algo que tenía Senna en la cabeza ya que se descubrió una bandera austriaca dentro de su mono tras el accidente fatal.
La salida de la carrera ya estuvo marcada por ese halo trágico que rodeó todo el gran premio. Cuando los semáforos se pusieron en verde se produjo un accidente, Lehto calaría el coche y Pedro Lamy no lo pudo evitar produciéndose un tremendo accidente del que se desprenderían partes de los monoplazas que saldrían hacia la grada.
Se desplegó el safety car debido al accidente, el cual estaría algunas vueltas en pista. Cualquier coche de seguridad es lento comparado con un Fórmula 1, pero en aquellos años, incluso, la diferencia tendía a ser mayor, haciendo que las presiones de los neumáticos cambiaran notablemente en los monoplazas por el enfriamiento.
Cuando el safety car se retiró y se relanzó la carrera, Senna prosiguió en pista con Schumacher de cerca, pero apenas una vuelta disputada después de que el coche de seguridad se retirara, se consumó la tragedia del mito brasileño.
Ayrton Senna se iba largo en la curva de Tamburello e impactaba con su Williams-Renault contra el muro a unos 300 KM/H. Tras el brutal impacto el monoplaza salió rebotado de nuevo hacia la pista y volvió a entrar lentamente a la escapatoria hasta quedar parado. La cabeza de Senna reposaba sobre la parte trasera del cockpit de una forma en la que quedaba claro que estaba, al menos inconsciente.
Los peores presagios se iban confirmando según pasaban los minutos. Se le sacó del monoplaza y se le atendió en pista, en unos minutos, el helicóptero medicalizado hizo acto de presencia en pista para llevárselo al hospital directamente desde ahí. Horas después, se oficializaría la tragedia que marcó un antes y un después en la Fórmula 1, y en las medidas de seguridad de la misma.
Aquel domingo, este que escribe apenas contaba 7 años de edad, pero recuerdo claramente en mi cabeza aquella carrera, así como la sesión de clasificación en la que Ratzemberger perdería también la vida. Ya me apasionaba la Fórmula 1, pero aquel fin de semana, me di verdadera cuenta del riesgo que corrían y, Ayrton, que era ya mi ídolo se marchó para siempre. Pero su legado, permanecerá eternamente.