La consistencia y regularidad, puntos fuertes de Carlos Sainz, salieron a relucir en Monaco. Ello, sumado a la confianza con el coche y la velocidad demostrada, hicieron que el fin de semana del piloto de Ferrari fuera casi perfecto.
Desde el minuto 1 del Gran Premio de Monaco, Carlos Sainz demostró estar muy fuerte. Aún eran los entrenamientos libres y nadie quería creer lo que se veía en la tabla de tiempos. Con dos segundos puestos en los entrenamientos libres y un ritmo de carrera sorprendentemente bueno se fue a dormir la noche del jueves.
Aunque los datos llamaban al optimismo, la experiencia de citas anteriores hacía presagiar el resurgir de Mercedes y un empujón final de Red Bull que relegaría a Ferrari a posiciones más retrasadas.
Lejos de cumplirse esta premisa, el sábado por la mañana se confirmaron las buenas sensaciones y, la clasificación puso a todos en su sitio. Con Mercedes desaparecido y Ferrari más fuerte que nunca, era la ocasión ideal para conseguir un gran resultado.
Siendo todos conscientes de que la clasificación estaba casi repartiendo los puntos del domingo, salieron con el cuchillo entre los dientes para pasar lo más cerca posible de los muros y lograr la vuelta perfecta.
Un error que vale una victoria.
Pero Monaco no perdona. Si te pasas una única vez de frenada, pierdes dos décimas y la pole. Y si buscas los límites con demasiado empeño, solo encuentras un muro que destroza tu coche. Fue el caso de Sainz y Leclerc respectivamente. Por un motivo u otro, ambos perdieron el triunfo en Monaco. Todo sin desprestigiar a Max Verstappen, que fue quien menos errores cometió, lo que le hizo ser segundo en parrilla tras una vuelta impecable.
Salvo esa pasada de frenada en La Rascasse, Carlos Sainz lo hizo todo bien. Desde el jueves hasta la bandera a cuadros del domingo. Y el equipo tampoco falló, siguiendo una estrategia acertada, sin meterle en tráfico y conservando su posición sin contratiempos.
Su puesto teórico final hubiese sido cuarto. Pero, pese a las nulas opciones de adelantamiento, ganó dos posiciones gracias a los errores de otros y que ni él ni su equipo cometieron.
Tras la carrera, Carlos estaba contento, pero no eufórico. La cita monegasca fue aburrida, y todos tuvimos tiempo para asimilar el podio que estaba llegando. Y Carlos, que ya no es primerizo en esto de descorchar champagne, mostró sus ganas de victoria.
«Podía haber ganado desde la pole, podía haberlo hecho, sigo enfadado con eso…»
Ese inconformismo y esas ganas de más es lo que gusta en Ferrari. Sainz sabe que puede ganar carreras y sabe que pudo hacerlo de no ser por ese sutil error en su vuelta de Q3.
Y ese inconformismo se traslada a la afición. Tras unos años de sequía de éxitos, los podios de Sainz han hecho recobrar la ilusión a la afición española. Si bien el podio de Brasil 2019 fue festejado casi como un mundial, el de Mónaco ya es solo uno más a una lista que empieza a crecer.
De esta forma, se vuelve a la época dorada de Alonso en Renault o Ferrari. Época en la que un podio era un buen resultado, pero solo la victoria se contaba como éxito. Y eso solo puede ser buena señal, porque Carlos está ahí, porque sigue mirando hacia arriba, confiando en que Maranello haga un gran monoplaza en 2022 y entonces sí pueda celebrar con euforia una victoria cada domingo.