24 horas dan para mucho. 24 horas en Le Mans, dan para mucho más. Lo descubrí en 2018, cuando seguí por primera vez la carrera y volví a vibrar con una victoria española, esta vez lejos del Gran Circo.

La Fórmula  1 acapara tiempo en los informativos, páginas en los periódicos y mucho espacio en las webs de motor. Es difícil ver más allá, especialmente si has conocido el mundo del motor a partir de ella. Te atrapa de forma inevitable y siempre quieres más, vives deseando que llegue el siguiente fin de semana para volver a ver apagados los cinco semáforos rojos.

Pero no todo es Fórmula 1. El mundo del motor es, como describe el propio término, un mundo. Y el Gran Circo, aunque ocupe el lugar privilegiado, es tan solo una parte de él.

Más allá, hay un sinfín de competiciones que también te pueden hacer vibrar, pero para conocerlas tienes que salir de tu zona de confort. Para cruzar la frontera necesitas muchas veces a alguien que te lleve de la mano, o ver ahí fuera algo muy llamativo que te lleve a dar el paso.

Mucho que aprender antes de las 24 horas.

Para mí, ese impulso llegó a finales de enero de 2018, cuando el piloto español por el que había comenzado a madrugar y trasnochar por la Fórmula 1 se pasaba a la resistencia. Ese año descubrí las 24 horas de Le Mans.

Me informé, leí y aprendí mucho antes de la carrera, para poder entender cada detalle de lo que ocurriera en la pista, aunque después descubrí que era una quimera. 24 horas dan para mucho y siempre hay momentos que pasan desapercibidos.

Y el 16 de junio ahí estaba yo, sentado frente al ordenador, con los ojos fijados en la pantalla y con un nuevo entusiasmo por comenzar a vivir la carrera de las carreras. Pegado al monitor o dejando la retransmisión en segundo plano, seguí la acción en pista toda la tarde y buena parte de la noche.

Todo cambia en un abrir y cerrar de ojos.

Todo iba, más o menos, según lo previsto y seguía animado con la esperanza de ver la bandera española en lo más alto del podio. Sin embargo todo se torció cuando el Toyota #8 se vio relegado a la segunda posición y con mucho tiempo perdido. “Se acabó”, dije desilusionado. Apagué el ordenador y me fui a dormir.

Sin embargo, y aunque lo había escuchado muchas veces, en 24 horas puede pasar de todo, y en cualquier momento la carrera da un vuelco radical. Esa vez no se trató de un instante o acción clave, sino de un stint absolutamente increíble del que toda la prensa hablaba la mañana siguiente.

Fernando Alonso había recortado la distancia que parecía insalvable y ahora lideraba la carrera contra todo pronóstico. Aquella mañana de domingo, cuando volví a ver la clasificación, me quedé atónito. No podía explicarme lo que había pasado en las pocas horas que aproveché para descansar. Pero los milagros existen, y en Le Mans más aún.

Al filo de las 3 de la tarde, con una sonrisa de oreja a oreja, contemplaba con júbilo cómo ese español que tantas alegrías nos había dado en el pasado, volvía a levantarme del sofá. Volvía a ganar, volvía a celebrar, volvía a cerrar los puños con rabia, soltando la tensión acumulada en 24 horas frenéticas.

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Un gran éxito con una gran celebración. Copyright: WEC

La imagen de Fernando celebrando la victoria ante el público francés se me quedó grabada. Es la última victoria gran victoria hasta la fecha de Alonso, la que me hizo recordar con nostalgia los viejos tiempos, y augurar un futuro de emociones fuertes. Porque entonces entendí que no solo se vive de Fórmula 1, que se puede vibrar con otras carreras.

Desde aquel fin de semana, Fórmula E, Fórmula 2 y Fórmula 3, IndyCar, carreras de resistencia e incluso alguna de eSports me han hecho disfrutar del motorsport como nunca. Crucé la frontera y salí de la zona de confort.

La Fórmula 1 acapara portadas y tiempo en los informativos, porque es la guinda, pero el pastel es muy grande.