Si existe una palabra que describa a la perfección qué es Jorge Lorenzo, la mayoría de nosotros lo tendríamos claro: ambición. Y tal vez, su mayor virtud es también su mayor error. Así lo ha demostrado a lo largo de los años.

En el parque cerrado de Austria, tras protagonizar una de las mejores batallas junto a Marc Márquez de la historia del motociclismo, los futuros compañeros de equipo intercambiaron unas palabras interesantes de tener en cuenta.

Márquez, con su carisma eterno, empujó a Lorenzo para felicitarle y abrazarle entre bromas y sonrisas. Jorge, tras saber que era él, le devolvió el abrazo acompañado de una importante frase: «el primer duelo«. Márquez respondió con una gran carcajada. Analicemos qué podría significar esta declaración, aparentemente, de buenas intenciones.

Jorge Lorenzo es famoso por declararle la guerra a cualquier rival mínimamente potente para él. Y, aunque con el paso del tiempo ha aprendido a controlarse, de vez en cuando todavía se manifiesta esa vena ambiciosa que todo lo puede.

Todo lo puede hasta el punto de llegar a Yamaha y poner un muro al box. Un muro que separaba su garaje del de Valentino Rossi. Un Rossi que estaba en su mejor momento; la era Rossi, donde los mundiales del mundo le llovían como churros. La mentalidad de Lorenzo, y alguna que otra declaración, fue ni más ni menos una declaración de guerra para el italiano.

La relación Lorenzo – Rossi era insoportable. Lorenzo consideraba que era el mejor y sólo él podría enseñar a los demás pilotos, quienes llevaban más años que él en MotoGP, a pilotar. Llegó hasta el punto de poner en peligro el último título de Rossi en Yamaha, cuando él no se jugaba ya nada, solo por el morbo de la situación. Algo que, a vista de los aficionados, no está mal del todo.

Cuando Rossi abandonó Yamaha, parecía que la relación ya se relajaba y el trato cordial entre pilotos ya era más evidente aunque, en los últimos momentos del italiano en la escudería parecía que los ánimos ya estaban más calmados. Pero no fue hasta que Rossi llegó a Ducati que fue sincero. Y aún así, todavía estaba presente. Pero tal y como decíamos al principio, Lorenzo aprendió a controlarse.

La llegada de Lorenzo a Ducati fue distinta a la de Yamaha pero con un toque soberbio. Los pies de Lorenzo en Ducati simbolizaban (o esa era la intención) escribir una nueva historia de la cual, solo Casey Stoner, pudo salir victorioso. Ni tan siquiera Valentino Rossi, que no consiguió hacerse con ninguna victoria a los lomos de la desmosedici.

No hay más que prestar atención a la relación que Dovizioso y Lorenzo tienen. Dovizioso ataca a Jorge constantemente en sus declaraciones o sus acciones en la marca italiana. Lorenzo se defiende; algo que antes de su llegada a Ducati no tuvo la necesidad de realizar.

Valentino Rossi, en Yamaha otra vez, miraba con cierta burla las intenciones del mallorquín. Unas intenciones que, de mejor o peor y más tarde que pronto, han llegado y eso ha comportado que muchas bocas cerraran. Pero no solo ese ha sido el resultado; sino que el ego de Lorenzo ha vuelto a renacer de sus cenizas. Y ahora es el turno de Honda.

Cuando Márquez llegó a MotoGP, todos los ojos estaban puestos sobre él. El de Cervera era el huracán de MotoGP. Tanto que incluso Rossi afirmó que debió volver a aprender a pilotar. Pero con Lorenzo, la cosa fue distinta.

Jorge Lorenzo siempre ha sido muy exigente con Márquez. La primera en Jerez, cuando ambos pilotos se tocaron y Lorenzo no quiso perdonar en el momento la acción del catalán. Algo, en cierta forma, comprensible. Sin embargo, el tiempo es el mejor maestro y le ha enseñado a Lorenzo que Márquez es fuerte. Muy fuerte. Demasiado. Y el propio mallorquín lo ha reconocido. Algo que, tanto Márquez con su nuevo compañero de equipo, como Jorge se toman como un reto.

Ahora la pregunta es clara: teniendo en cuenta la relación Lorenzo – Rossi y Lorenzo – Dovizioso, ¿cuánto tardará en desaparecer el buen rollo que hemos visto en Austria? Tal vez la competitividad de 2019 no nos deje muchas más postales como esta. Solo nos queda esperar, ver los resultados, pero de momento disfrutemos de estos momentos porqué del amor al odio solo hay un paso: el mundial de MotoGP.