Con la reciente ampliación del calendario de competición de F1 a 22 citas, hay un fenómeno del cual no se habla, la conciliación familiar.

Sin duda, para todo aficionado el hecho de tener más Grandes Premios supone una gran noticia en cuanto serán mas fines de semana disfrutando de la categoría reina del automovilismo, con todo lo glamuroso que eso es: más viajes, más opciones de conocer a tus héroes, y más lugar que albergan el ‘Gran Circo’, con todo el impacto y ventajas que eso supone.

Pero como todo en esta vida y haciendo referencia al mito griego de Selene, todo tiene una cara oscura, haciendo metáfora comparable con la luna, que tiene una cara oscura que nunca vemos y que no nos hemos atrevido a visitar.

Cualquiera que haya visitado un circuito con algo más de profundidad que cualquier grada o pelouse permite sabe que las megaestructuras que acompañan a la F1, así como los coches, diseñados con una precisión astrofísica, cuentan con el incansable trabajo de equipos humanos que se desviven durante más de 300 días al año para que todo salga como tiene que salir, y es que sabemos perfectamente todo lo que está en juego a estos niveles.

Esos grupos humanos sufren largos viajes fuera de casa, imposibilitando una conciliación familiar idónea, sacrificando la vida personal por una meta profesional colectiva que sin duda, será más grande y exigente a cuántos mas fines de semana se vean sometido al estrés del viaje, el montaje, la colocación, y el desmontaje, sin hablar de largas noches sin dormir por culpa de averías o accidente.

Mencionando también a todos aquellos integrantes de las fábricas que trabajan en todos los turnos y sin descanso para poder conseguir esa décima determinante en cada ápice del diseño, invirtiendo horas y horas por milímetros que pueden ser diferenciales. Menos desplazamientos, misma lejanía y dificultad de conciliación.

Una simple reflexión enfocada a que, sin poner en duda que veremos un espectáculo mayor, y más exuberante con la ampliación del calendario competitivo, esto supondrá, por ende, un gran número de divorcios y roturas familiares, núcleos sacrificados en favor de una meta profesional que es absorbente y que sin duda, consume del todo a quién así lo persigue y podrán, sin duda, confirmarme aquellos que hayan vivido dicha situación en sus carnes.