La carrera del GP de Brasil, disputada el pasado fin de semana, fue la más loca de todo el año. El campeonato en juego, la lluvia intensa y los neumáticos de lluvia (que darán mucho de qué hablar) fueron los protagonistas de lo sucedido en el Autódromo José Carlos Pace.

La primera parte de la carrera, fue de esas en las que pierdes toda esperanza en la F1. Así lo vi yo. Se empezó detrás el safety car por el simple hecho de que estaba lloviendo. Yo entiendo que si hay muchísima agua se empiece así, pero es que en la actualidad, a la que caen cuatro gotas, el safety car es condición sine qua non para empezar la carrera. Luego, todos vimos que la agua que había en pista no era, ni mucho menos, como para detener la carrera. No obstante veíamos que los pilotos no paraban de dar trompos y cometer errores. ¿Qué les pasaba? ¿Es que son malos en lluvia? Nada de eso. Simplemente que Pirelli, nuestra querida marca de neumáticos, no ha desarrollado un neumático de lluvia extrema que haga honor a su nombre. Y es por eso que cada vez que llueve un poquitín hay que sacar bandera roja o salir detrás del coche de seguridad. Patético.

Centrándonos más en la carrera diré que el resultado no fue ninguna sorpresa, aunque podría haberse producido… Lewis Hamilton ganó sin ninguna oposición. En el podio hasta dijo que la victoria había sido fácil. Detrás llegó su compañero y el que es el líder, por el momento, para completar el doblete de Mercedes. Muchos fueron los que dijeron que Nico Rosberg había tenido suerte con la mala estrategia de Red Bull para Max Verstappen. Estoy de acuerdo, de no haber entrado dos veces para quitar y poner los intermedios, Verstappen lo habría superado sin ninguna dificultad. ¿Pero y qué hay de Hamilton? Entre el ritmo endemoniado que llevaba Max  y sus dos paradas a boxes, no creo que el británico hubiera ganado. Ya que Max tan solo llegó 21 segundos después de Lewis. Haced cuentas.

El cuarto fue un Sergio Pérez que volvió a demostrar por qué es el piloto de moda. Salió 9º y gestionó de forma impecable la lluvia, los neumáticos y los safety… Lástima que un Max on fire le quitara el caramelo del podio a pocas vueltas del final. Detrás del mexicano llegó Vettel, el alemán volvió a hacer gala de sus quejas por radio, que se están convirtiendo en una rutina dentro de las carreras. Esta vez acusó a Verstappen de echarle fuera de la pista, cuando lo único que hizo fue superarle de forma justa, aunque agresiva. Pero claro, el tetracampéon, rey de Red Bull, no pudo aceptar que la revelación que puede borrar sus hazañas le adelantara de esa forma.

Carlos Sainz entró sexto. Después del último safety car iba cuarto, pero no pudo hacer nada para evitar que Pérez y Vettel lo superasen. No tapó ni lucho, pero también creo que habría sido inútil plantar cara a coches tan superiores al suyo. Hulkenberg y Ricciardo, séptimo y octavo respectivamente, son sinónimos en cuanto a su situación dentro de sus respectivas escuderías. Hulkenberg volvió a verse superado por Checo, quien de poco no le mete otro golazo consiguiendo el podio; y Ricciardo no hizo una carrera acorde con su monoplaza. Y no es escusa la mala estrategia que adoptó su equipo porque Max tuvo la misma y consiguió llegar al podio.

El noveno fue la sorpresa de la carrera, y tal vez de toda la temporada. Felipe Nasr conseguía los primeros puntos del año para Sauber, el cual ha sido el peor equipo. Pero lo curioso es que con estos dos puntos superan a Manor, y pasan a cobrar (de momento) los 20 millones que pertocan al 10º. Seguro que en Manor coguieron un buen cabreo, pues esto se podría haber evitado si Esteban Ocon hubiera conseguido terminar en el top 10, posición que ocupó durante la mayor parte de la carrera. El último en coger puntos fue Fernando Alonso. El asturiano hizo su particular remontada después de quedarse muy atrás debido a las malas decisiones del equipo y a la mala suerte.

Esto ha sido lo más destacado según mi opinión del GP de Brasil. Ahora solo nos queda la carrera que se disputará en Yas Marina, donde sabremos quién es el campeón de F1 de 2016, y unas cuantas cositas más.