Podríamos decir que Fernando Alonso es el Cristóbal Colon del automovilismo. A principios de siglo el asturiano descubrió la F1 a un buen puñado de millones de españoles y ahora, en este 2017, ha vuelto a hacer una hazaña similar con las 500 millas de Indianápolis.

Los dos mundos del automovilismo (con el permiso del mundial de resistencia) han estado durante muchos años de espaldas. Aunque hay que recordar que no siempre fue así. Durante los primeros mundiales de F1, en los años 50, las 500 millas de Indianápolis eran una prueba puntuable. Aunque nunca ningún piloto europeo fue a disputarla mientras fue una prueba del mundial; y ningun estadounidense disputó otra carrera del mundial que no fuera las 500 millas. En principio el motivo eran los gastos. Trasladar todo el material suponía una cantidad inalcanzable para los equipos europeos. Ahora bien, en 1955, la primera prueba del mundial fue en Argentina, y todos los equipos participaron. Cuando llegó Indianápolis la historia fue la de siempre: ni uno. Aquí queda la anécdota …

Viendo la Indy 500, no sólo me he fijado en las diferencias a nivel de espectáculo y normativa, sino que como piloto me he dedicado a observar también las diferencias de pilotaje. Porque sí, soy uno más de los que se ha mirado la Indy por primera vez este año debido a la participación de Alonso. No creo que haya nada negativo en ello. Este dos campeonatos son dos mundos diferentes con intereses diferentes que llevan separados muchos años. He podido sentir durante estos días muchas críticas «de expertos» hacia los aficionados que están descubriendo la Indycar ahora. Una tontería. Lo que nadie dice es que si en Europa sabemos poco de EEUU, allí no tienen ni idea de F1. Porque como bien sabe todo el mundo, la Indy, ante todo, es espectáculo, es América en estado puro.

¿Qué tiene la Indy que no tenga la F1? Pues bien, lo primero que salta a la vista es el óvalo. Nunca había entendido qué gracia tenía correr en un circuito de estas características, y aún menos qué gracia tenía verlo… Ahora sé que tiene sus aspectos positivos, que no es fácil pilotar en un circuito así a más de 370 km/h durante más de tres horas y que los finales siempre serán de infarto. Pero como piloto no cambiaría un circuito con curvas y rectas por un óvalo. Reconozco que me gustaría probarlo, pero estoy muy seguro de que no lo cambiaría por Mónaco, Spa, o Monza. Lo que me resultó muy aburrido de la carrera no fue el óvalo, sino el pace car. Creo que se lo deberían hacer mirar. Es evidente que es complicado limpiar la pista tras el impacto de un monoplaza contra el muro exterior. Pero aún así, vi larguísima la espera a relanzar la carrera mientras estaba Jeffrey Dean Morgan (Negan en The Walking Dead) al volante. Le resta emoción y dinamismo: objetivos de la carrera.

Se suele decir que cualquiera puede ganar las 500 millas de Indianápolis; del primero al último. Bueno, creo que se podría aplicar el mismo eslogan a todo el campeonato de la IndyCar. Una categoría donde todos llevan el mismo chasis y sólo hay dos motores posibles: Honda y Chevrolet. Nada que ver con la F1, donde cada equipo diseña y fabrica su monoplaza y donde las cuatro marcas de motores (quizás tres) evolucionan constantemente. La Indy no es nada que no conozcamos. Se parece a la FIA F3: mismos chasis y dos motores. Pero la F1 nunca será así, porque desde siempre su máximo principio ha sido la evolución y el desarrollo constante. Cada uno debe tener en cuenta sus prioridades y ver lo que más le satisfaga, nada más…

En resumen, la Indycar es más espectáculo y tiene elementos automovilísticos más puros: coches con menos ayudas, no tan complicados a nivel tecnológico, todo el mundo tiene prestaciones similares… La F1 por otro lado tiene el prestigio, los equipos históricos, la constante evolución y presupuestos cada vez más estratosféricos y, por tanto, más desigualdades. ¡A veces parecen aviones!

Actuación de Alonso

Es bien fácil saber valorar la participación de Alonso en la Indy 500. El asturiano estuvo siempre al frente; en entrenamientos, en la qualy y en la gran carrera. Llegó a liderarla y a falta de pocas vueltas cuando se acercaba el momento decisivo (se encontraba en el top 10, muy cerca de Sato, piloto que terminó llevándose la carrera) llegó la crueldad extrema. Si Alonso huía, no sólo de las malas prestaciones de su Honda de F1, sino también de las averías; la Indy le castigó con la misma moneda. Seguramente no hay nada más doloroso para un piloto que terminar de esta forma una carrera. Y el asturiano lleva ya unas cuantas. Reírse de él es una forma bastante curiosa de valorar el esfuerzo y el trabajo de un piloto que no merece nada de esto.

Al contrario de lo que muchos opinan, que Alonso estuviera luchando por la victoria no era un «acabose» o una auténtica locura. El español, uno de los mejores pilotos de la actualidad, es perfectamente capaz de adaptarse rápidamente a cualquier coche y ganar. Hay otros pilotos que también pueden hacerlo: os dejo a vosotros que pongáis sus nombres.